variabilidad literata

sobre mí

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quién soy

mi nombre es dafne

Desde que tengo uso de razón el desarrollo y perfeccionamiento de mi carácter siempre ha estado dividido en dos tendencias opuestas, estuvo en algún momento fuertemente marcado según mi entorno parental, podría decir que parecía proyectar carencia de claridad u horizonte por las condiciones fluctuantes de mi crecimiento, pero a niveles internos y circuido en una atmosfera absolutamente dual se fortalecía, se consolidaba, de una extraña manera se iba enraizando la esencia ya destinada, para bien, creo que tal bifurcación era producto de una influencia bastante acentuada de un “algo” que a ciencia cierta no sabría definir, más lo que sí puedo afirmar con certeza es que era, es y sigue siendo radicalmente dual.

Se nutría de las experiencias adquiridas de las vibraciones distintas de mis días, esto iba acompañado de una inclinación hacia la búsqueda interior, la reflexión, incluso la intelectualidad o la espiritualidad, tenía momentos en que era una fiel amante y voraz lectora, disfrutaba de incorporar nuevos conocimientos; en otras ocasiones tendía a ser más prosaica, concreta y procaz prefería la acción.

Obviamente estas dos actitudes no eran compatibles, de hecho, coexistían en épocas diferentes. Siempre estuve como dividida en dos, durante mi niñez primo la tendencia más iracunda, colérica, posesiva y activa, siempre con espacios de luz, para descansar y retomarme. Entrando en la adolescencia predomino la tendencia más reflexiva e interiorizada, se apodero de mi un profundo sentido de conciliación. 

Agradecía a la divinidad por otorgarme ese otro enfoque con el que puede ser contemplada la vida, una mirada más empática, comprensiva, dotada de indulgencia. Se afianzaron en mí los valores familiares, sociales y afectivos, descubrí o más bien reconocí en mi la persona generosa a quien le gusta complacer, ayudar y servir filantrópicamente, que detesta la violencia y la agresividad y es fervientemente intolerante a la injusticia.

En medio de esa ambivalencia estaba presente la sensibilidad, siempre fui particularmente sensible, sea como fuera, siempre fui una niña, una adolescente y actualmente una adulta sensible.

Todo esto para decirles que la posibilidad de que existan al mismo tiempo dos impulsos naturales, interiores, sin anularse el uno del otro y que promuevan conductas polares, me enseñó a buscar y a mantener un equilibrio, aprendí envuelta en ese marco que el equilibrio es sumamente esencial para la vida, para la humanidad.

He aquí el gran detalle o dilema, los escritores no somos equilibrados. Somos un verdadero y completo desastre. Un caos. Pero, tenemos un don y capacidades extraordinarias. Dentro y a partir del desequilibrio encontramos estabilidad. Experimentamos y abrazamos el desequilibrio con tal fervor que lo trascendemos y en proporción vamos armonizándonos; esto ocurre en paralelo, es decir esto no sucede solo con nuestro desequilibrio, sino con el de cada persona que contactamos; cada situación que evidenciamos, tanto de cerca como de lejos. Percibimos de forma impresionante, sublime y hasta milagrosa las experiencias de la gente. Poseemos un toque mágico de sensibilidad, hipersensibilidad… somos un filtro, expertos observadores, contemplamos la vida desde un escenario distinto, diría que desde otra dimensión.

La belleza y la grandeza, las crisis, las mutaciones con cada una de sus variaciones, la indolencia, la alegría, la tristeza, el entusiasmo, la carga, el esparcimiento, la nostalgia, la felicidad, el pesimismo, el optimismo, las desgracias, los logros, las conquistas, las intimidades y todo lo demás que abarca esto que llamamos vida, se conoce gracias a nuestra existencia, es descrito y narrado por nosotros.  Ser escritor es análogo a la mayor victoria de la vida: “amar y ser amado”. Es el más puro y bello de los dones con el que se puede nacer.

En conclusión, la vida me estaba preparando para escribir o eso quiero creer, para ser honesta me agrada, porque la verdad es que es un oficio maravilloso.